Luis Godofredo Pichardo
Antes que nada me declaro
amigo del pueblo venezolano y expreso mi eterno agradecimiento por haberme
recibido en Caracas, en junio de 1965, junto a mi amigo René Fernández.
Eran los tiempos
post revolucionarios del estallido social que condujo a la Revolución Constitucionalista
del 24 de abril de 1965.
El autor de esta columna era
activista del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), organización que junto a
los militares y civiles constitucionalistas dirigió la épica jornada patriótica
y liberadora.
Yo no era comunista, nunca lo he sido, tampoco lo fue la Revolución, el evento bélico
lo provocó, una cadena de abusos que
escalonadamente patrocinaron la extrema derecha y algunas instituciones que en
la época se hacían llamar “cristianas y democráticas”, pero su participación
demostró que eran sectores oscuros que apoyaban al post trujillismo.
Aunque mi condición de
perseguido político en esa época no fue la que directamente me llevó al exilio,
sino, mi interés en estudiar periodismo y economía política, logré en Venezuela
un trato afable y cortés de parte de la dirigencia del Partido Acción
Democrática (AD) y logré con su apoyo, realizar un curso de periodismo en la
Academia Americana de Caracas, también un curso de Reforma Agraria y Economía
en la ciudad del Guárico, en los Llanos Venezolanos.
Retomando la iniciativa que acompaña el título de este artículo, me llena de tristeza tener que presenciar la pobreza mental y la poca capacidad intelectual que muestra el embajador venezolano en la República Dominicana, incluso le recomendaría adquirir el diccionario de relaciones internacionales y políticas que circula desde varios años en lengua castellana.
El diplomático sudamericano
que responde al nombre de Alí de Jesús Uzcátegui, se ha convertido en el “hazme
reír”, de los periodistas que lo entrevistan y no son pocos..., cuando repite, como si fuera una grabación una pobre defensa
a la ‘Revolución bolivariana chavista’.
Cuando el diplomático venezolano visita los estudios de radio y televisión, lo hace apertrechado con una carga de imágenes y mapas, en los que incluye los mapas de las grandes potencias y hasta el mapa-mundi, como ocurrió recientemente en una entrevista por la cadena televisiva dominicana NCDN.
Uzcátegui demuestra en sus
presentaciones públicas que es un lego, en materia de conocimientos y reglas de la
diplomacia internacional. En su defensa a la fallida revolución de Nicolás
Maduro, enarbola la Constitución venezolana de 1999, que data de 18 años y que
en aquella época era correcta su aplicación, porque estaba vivo el pensamiento
chavista, pero desaparecido Hugo Chávez, su aplicación no me parece que genere
beneficios al alicaído gobierno de Maduro, que muestra cada vez más su falta de
experiencia gubernativa, y que trata de revivir un socialismo bolivariano
trasnochado y desfasado.
Nadie que tenga una pizca de
inteligencia puede pensar en la segunda década del siglo XXI, que el comunismo
vuelve a resucitar, el capitalismo se mantiene estable e inalterable porque transforma sociedades empobrecidas y
arrabalizadas en urbes modernas y progresistas, como lo es el caso de la China
continental, de la que Mao Set Tung se vanagloriaba de ensalzar dentro del
comunismo ortodoxo del siglo pasado.
Si la defensa diplomática
que posee Nicolás Maduro a su favor, es como la que posee en la actualidad, en República Dominicana, debía cambiarla y
convertirlas en un cuerpo de paz no deliberante.
Que conste, que Maduro y su séquito chavista cuentan con un socio
saludable en el Gobierno dominicano, al menos hasta que fluya el combustible a
crédito de Petrocaribe.@