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Tribuna Católica
Redactor LGP
La miseria del sacerdote. Así como hay Obispos, Nuncios y Cardenales dentro de la
Iglesia católica con riquezas materiales en abundancia, hay sacerdotes, que muchas veces se les dificulta tener los
recursos para su dieta cotidiana.
Entre éstos menesterosos, la mayoría tiene que transitar ejerciendo su
ministerio recorriendo largos caminos a lomo de mula en la serranía y la roraría,
porque no poseen un vehículo para su transporte
Sin embargo, hay sacerdotes, especialmente de la nueva
generación, que son prácticos y hacen lo
mismo que sus máximos representantes, piden, piden y les dan.
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He observado a sacerdotes
que son verdaderos maestros de la petición de ayuda. Incluso, el de la
parroquia de mi vecindario, no hace mucho tiempo que fue encargado del sector,
encontró la parroquia Santa María de la Iglesia: que es hermosa y con un diseño
vanguardista, abandonada, con la pintura degastada y muchas áreas por reparar,
la emprendió a favor de su remozamiento y mantiene una campaña en la que solicita de
todo, desde dinero, hasta yuca con
salami, para los obreros que están en la reparación y la limpieza, pero él
también le da su mordisco.
Lo felicito, porque es
práctico y sincero. En su trabajo de petición de ayuda le va muy bien, anda
bien montado, la iglesia luce remozada y los feligreses contentos.
Su última cornada, es una rifa de una lavadora, un juego de mecedoras,
y una tv de 32 pulgadas, en su promoción que la realiza después de la
eucaristía, dice que aporten lo que
puedan, el boleto cuesta 100 pesos, pero él dice, pueden comprar uno solo,
también, cinco, llevarse el talonario
completo, y regalárselo a sus parientes y familiares, ¡pero necesito que lo
compren!,
Un verdadero mercader. Pero
también un excelente pastor, desde que llegó impregnó dinamismo, remozamiento y
búsqueda de nuevo adeptos para nuestra Iglesia católica, como dice el papa
Francisco, nuestro sacerdote deja el púlpito para salir a la conquista y la
búsqueda.
Me voy con mi funda de
medicina. Acostumbro visitar también
el templo de San José, en la parte baja de la ciudad de Santiago de los
Caballeros, allí conocí al párroco Anselmo, un verdadero pastor de nuestra
época,
Lo trasladan a Santo
Domingo, desde donde vino a Santiago y pernoctó por siete años, pero vuelve a
su antigua parroquia de las Mercedes en San Carlos, se va sin nada, como vino,
dijo que no quería regalos de despedidas, pero si algunos feligreses deseaban
regalarles algo para su medicina se lo agradecía, porque tiene todas las
dolencias y enfermedades de la vejez. De nuestra parte deseamos un feliz
regreso al hermano Anselmo, siempre le recordaremos por nuestro predio. @
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