Autobiografía de LGP-
Crónica
Siete: Mi estancia en Villa Mata
Tal y como narré al
principio no fui a vivir directamente a Villa Mata, sino a la comunidad de
Arroyo Frío a mediado de 1946. Al cabo de un año 1947, me trasladé, con mis padres, mi abuela, y mis tíos, Chano, Bernardo y Roberto, a la nueva residencia en Villa Mata.
En virtud de que Roberto
había descubierto una ruta de tierras
baratas y fértiles, mi abuela Adela, decidió vender sus tierras de herencia en
Canabacoa, y trasladarse con sus hijos a la Loma, así era como se conocía esa
porción Cordillera Central.
Antes de explicar mi
estancia y mis primeras experiencias en esas tierras de colonos, quiero
exponer, como mi abuela hizo un negocio negativo, antes se les llamaba el
negocio del “capa perros”, que compraba a cinco y vendía a tres.
En esta avenida Panamericana, se ubicaban las tierras propiedad de mi abuela Adela Gutiérrez |
Este es el parque acuático Agua Plassen Canabacoa, al frente está todavía la escuela donde estudié hasta el tercer curso de primaria y nací a menos de 300 metros de allí |
Al supuesto propietario solo
se le conocía con el nombre de ( Mr. Villa Mata) no dejó rastros cuando se fue,
pero se llevó la riqueza madera de la colonia que eran inmensas, en caobas, cedros, y otras maderas preciosas.
Cuando hablo del negocio pésimo
que realizó mi abuela, al comprar dos
parcelas en Villa Mata, me refiero, que
en principios creíamos que eran tierras tituladas, pero en el fulgor del tiempo se descubrió que había que
pagar un arrendamiento anual de un 10% y
cuando el colono se marchara nada tenía que reclamar, porque el tal
Villa Mata era el propietario, luego apareció otro vivo,, de nombre Jacobo Lara
III, y dizque compró los terrenos y éste se los traspasó a un ganadero que
supuestamente logró en el gobierno de Balaguer que les titularan los terrenos..
Vendimos las tierras
fértiles y de calidad de Canabacoa, a precio de carne de chivo, cuando estaban en abundancia, para adquirir
terrenos de segunda calidad y arrendado en
un lugar inhóspito. La tierra de Villa
Mata, era óptima para pastoreo, para alimentar al ganado, y para producir tubérculos para el consumo de
la familia.
Víveres en abundancia,
plátanos, guineos, yuca, batata, ñame, Mapuey, yautía coco…y muchos aguacates…,
pero la carne, el arroz, y otros
condimentos de la dieta diaria escaseaban, la manteca de puerco era abundante, había muchos cerdos
de engorde, en ese tiempo no había
aceite comestible en la loma ni en el llano, eran los años 1947-48.
La reflexión que alcanzo
hacer sobre la torpeza de vender
terrenos de calidad, con precios de futuro asegurado, por unas tierras de
segunda o tercera calidad, se la atribuyo a la influencia de mis tíos Roberto y
Chano, el primero, buscaba conseguir una
propiedad porque estaba a un paso de casarse y la consiguió en una comunidad
que le llaman la Joya en el Río Blanco, al segundo nunca le gustó doblar el
lomo y menos en la agricultura, por lo que le importaba un pepino si no se hacía un buen negocio, siempre fue un mantenido de
mi abuela, hasta que se comprometió con su propia familia.
De las dos parcelas en Villa
Mata, mi abuela le entregó una a mis padres y en la otra se quedó viviendo y
cultivándola junto a Chano. Roberto fundó tienda aparte con su mujer y sus
hijos, Bernardo, que conquistó a una negrita muy coqueta llamada Lucía, la dejó
a los dos meses de “ llevársela” y se autoexilió en la Granada Company de
Manzanillo, dedicándose al trabajo agrícola de la empresa norteamericana
bananera, posteriormente s dedicó a cultivar arroz con su familia..
Siguiendo la pista de la
tierra que poseía mi abuela y que vendió casi regalada, nos comunicó nuestra madre antes de morir, que
la finca que se levantaba frente a la escuela de Canabacoa, y que ocupó Milo
García, quien fue su segundo marido, después
enviudar de mi abuelo. Éste se quedó con la propiedad y nosotros sin herencia.@.
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