sábado, 22 de julio de 2017

Capítulo 4. El Centenario-autobiografía de LGP




Crónica 4. El Centenario
Soy testigo y sobreviviente de la hambruna del 1944…centenario de nuestra Independencia.  Al inicio de esa época conmemorativa de la Independencia de la Dominicana, contaba con 7 años de edad. Ya cargaba agua  del río Arenoso en un calabazo o higüero…y ayudaba a mis padres en algunas tareas del hogar que se ajustaran a las condiciones físicas de mi flacucho cuerpo.
Conocía  mi vecindario, aunque le visitara poco. Los vecinos más cercanos eran las familias compuestas por Domingo Batista y su esposa Amantina. El profesor Bautista Pérez y su esposa Andrea. Los hijos de ambas familias eran muy cercanos a la nuestra.
A cierta distancia, dos kilómetros quizás a la redonda vivían las familias paterna y materna. Por parte de mi padre,  Antonio El pidió García, la familia de Altagracia Pérez (mamá Gracia) que convivía con algunos de sus hijos en un entorno que aún ocupan desde hace siglo,  muy cercano a la autopista Duarte, en Canabacoa.  Es una callejuela o callejón, y ahí pernocta la familia actualmente de Silvia García, mi única tía paterna que sobrevive.
En la misma ruta, pero en el callejón de los Gutiérrez, ahí vivía el clan de la familia de mi abuela Adela. Quien era la madre de mi inolvidable mamá. Allá adentro caminando por un entorno bien reforestado vivía Mercedes Guerrero (mamá Merced) la matriarca, junto a ella Basileo, su hijo, con Jacoba, su mujer, y  sus hijos Clara, Chea y Luciano.
 También Fefa Gutiérrez,  y Bartolo, con su familia, hermanos de mi abuela,  ella con sus hijos Joaquín y Guanche. Era viuda, al igual que mi abuela, Monga, Carmen y Lola, éstas vivían, la primera en otro callejón,  en la intersección de la autopista Duarte y la avenida Panamericana, y las dos restantes en Palmar o el Mamoncito, en las inmediaciones de los municipios de Cayetano Germosén y Villa Tapia, pertenecientes a la provincia Hermanas Mirabal.
 Otras familias de Canabacoa,  vecinos y parientes,   que recuerdo en la ruta de los García-Gutiérrez. Bartolo y  su esposa Mercedes, junto a sus hijos Lourdes, Carmela, Agustín, Alejandro, Rafael. . Mongo  Bello y su esposa Lela, sus hijos Quico, Chepe, Arcadio, Mercedes, y  una monja en la familia.
La familia de Emilio y Lolita, el apellido de la esposa era Gutiérrez, pero no recuerdo el de jeje de la familia. Era labriego que araba la tierra con una yunta de bueyes., con sus hijos Bartolo, Pipí,  y Toñito. . La familia de Juan María Tron, su madre  y su esposa Cea.
En el callejón  de José García, vivía  Merced la Larga y José Pelao, el hombre que nos despertaba antes de amanecer. Con la batata horneada (asada) para comer en el  café en familia. En ese mismo corredor vivían José García, su esposa y sus hijos Mercedes, Palala, y  Modesto . Fiso con su mujer, Nidia y sus hijos, todas estas familias estaban emparentadas con la nuestra.
En el callejón de los Acosta, vivían, Monguito, Manasé y Luis, con sus respectivas familias y con el apellido que lleva al actual  corredor moderno de lujosas viviendas que ahora se levantan en el lugar.
La época del centenario (1944) fue terrible, nunca antes la población dominicana había cruzado por el centro de una crisis alimentaria tan terrible como la que se vivió en aquella situación.
No aparecían alimentos por ninguna parte. Y una sequía caracterizó la fecha marcándola como inolvidable para quienes la sobrevivieron. Era el apogeo de la II Guerra Mundial y nos llegaban los alimentos importados.
La comida que alimentaba a la mayoría de  familias estaba compuesto por raciones de maíz molido, casqueado, o triturado, que se preparaba con carne de cerdo y se convertía en un potaje exquisito,  en lo que todavía se conoce en la dieta dominicana como…el locrio. Abundaba también en la malograda dieta criolla, el casabe, y el chocolate de agua, el pan no aparecía o no había dinero para comprarlo.
Pero el maíz se ligaba con leche, se hacía torta, buñuelos, maíz casqueado con leche y azúcar. Majarete, y de mil maneras más. No aparecían los víveres (plátanos, yuca, batata, yautía, ñame. Auyama, ni verduras, la sequía era terrible, al menos en nuestro entorno lugareño  y los conucos eran desiertos.
La gente comía de lo que encontraba a su paso. Hasta una hierbas silvestres que se conoce como la verdolaga, las hojas de mango y otras espacies con  las preparaban  ensaladas sin aceite, pero sí con jugo de naranja agria. El casabe, y el queso se hicieron muy popular, para quienes lo podían comprar, porque la crisis no solo era alimentaria, sino también monetaria.
Había familias que comían las frutas que produce la maya, una frutita amarilla, así como la fruta del piñón y otras variedades silvestres e endémicas del campo.
 Otras variedades  de plantas comunes o silvestres pero que nada tenían de familiaridad  con la  verdura en consumían en sustitución de las ensaladas,  el arroz, la habichuela, y la carne comenzaron aparecer en la antesala  del 1945, el año en que terminó la II Guerra Mundial.
Ese episodio universal afectó el tráfico de alimentos, pues las potencias envueltas en el conflicto no permitían la exportación de alimentos a otras naciones, porque primero había que alimentar a los soldados que estaban en combate.
Me produce mucha satisfacción poder contar esta breve historia a la presente generación, porque en nuestro trajinar por la madre tierra todo no ha sido color de rosa. @

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