Autobiografía de LGP/Crónica
Seis
La noche...el caballo y yo: viajando… en la oscuridad hacia
Villa Mata
Después de instalada la
flamante esposa Viola de García, su esposo Roberto y yo retornamos a la faena
diaria de la cosecha de café. Aunque no lo llamaban por su nombre, Roberto fungía, de mayordomo, y mi papel era de cachanchán sin
proponérmelo.
Retornamos a la faena
cotidiana hasta que terminó la cosecha. Pero en mi caso comenzaba una nueva
misión que no deseaba, ni se le deseaba
a Nadie más.
De camino a Villa Mata-Jamao-Moca, pero en pleno día |
Roberto y Viola, estaban en luna de miel, y la novia tenía que alimentarse a tiempo,
debido a la responsabilidad que había asumido con su marido en la primera etapa
de su matrimonio.
Roberto era el suplidor de
provisiones y quien escribe el que trasladaba la mercancía a su destino final. El tiempo era limitado, y mi
tío cansado, al igual que yo, ni manso ni perezoso, me mandaba al filo de la
media noche en un caballo con experiencia y mucha visión a llevar la carga de
provisiones para la dama recién casada.
De niño fui miedoso y le
temía a los muertos y a veces hasta… a los vivos. Las historias del campo sobre
apariciones de difuntos me abrumaban y me hacían templar. Pero esas historias
eran tan comunes como las hierbas del campo.
El animal en que hacía el
recorrido nocturno de Arroyo Frío a Villa Mata, era algo así como un ángel
guardián, parece que entendía mis temores y mis vicisitudes, hacía el recorrido
sin parar y entrando por cada camino para llegar al lugar de destino..
El recorrido no era corto.
Calculo que entre 8 y diez kilómetros, partiendo de la residencia de Gela, o
del lugar de la despulpadora, entre las 11 y las doce de la medianoche, comenzaban el recorrido por un oscuro camino
bordeado de lado y lato de cafetos frondosos, guamas, guineos, y otros árboles
frutales.
En ese momento respirábamos
el caballo y yo. En el trayecto del camino millares de insectos luminosos, que
las leyendas campestres lo tenían como
presagio de apariciones de muertos o de fantasmas.
¿Hasta dónde llega la
inteligencia animal? Es una pregunta que me la he formulado reiteradamente,
especialmente después de vivir la experiencia del caballo que me trasladaba al
filo de la media noche.
Saliendo de la hacienda y
los cafetales doblaba a la derecha, pasaba por la residencia de la familia
García, Milo, Teresa, Cubana, y Cabulla, y el pequeño Coyún.
Yo iba casi siempre, con los ojos cerrados, y solo lo abría cuando
el caballo resoplaba y pensaba que algo anda mal. Pasábamos por Saladillo, y por Palo Blanco, antes de doblar a la
izquierda, al camino escarpado y
pedregoso que nos conduciría a nuestro hogar por el mismo centro de la sección
de Villa Mata.
Pero antes debíamos pasar al río Arroyo Grande, para emprender el camino empinado que finalmente
bordeando el lomo de las colinas que nos
llevaría al destino final. Ese servicio se convirtió en rutinario y tuve que
ofrecerlo por una larga temporada.
Siempre llega la
compensación. Cuando descargaba las provisiones y dejaba el caballo pastando,
me dejaban dormir hasta las seis o la siete, y luego a emprender el viaje de
nuevo, porque la faena nos esperan de nuevo, al caballo, a Roberto y a mí.
Los fines de semanas se
reunían los recién casados. Y se volcaban en sus emociones y los gemidos
amorosos se escuchaban claramente con
sus respectivos cambios de impresiones, dormía cerca de la alcoba del
matrimonio en cierne.@
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