domingo, 23 de julio de 2017

Crónica Seis: La noche...el caballo y yo: viajando en la oscuridad



Autobiografía de LGP/Crónica Seis
La noche...el caballo y yo: viajando… en la oscuridad hacia Villa Mata
Después de instalada la flamante esposa Viola de García, su esposo Roberto y yo retornamos a la faena diaria de la cosecha de café. Aunque no lo llamaban por su nombre,  Roberto fungía,  de mayordomo, y mi papel era de cachanchán sin proponérmelo.
Retornamos a la faena cotidiana hasta que terminó la cosecha. Pero en mi caso comenzaba una nueva misión que no deseaba,  ni se le deseaba a Nadie más.
De camino a Villa Mata-Jamao-Moca, pero en pleno día
El trabajo despulpador del  café maduro terminaba entre las 11 y la 12 de la noche. Era cuando se terminaba de lavar el  grano para luego llevarlo al secadero al día siguiente.
Roberto y Viola,  estaban en luna de miel,  y la novia tenía que alimentarse a tiempo, debido a la responsabilidad que había asumido con su marido en la primera etapa de su matrimonio.
Roberto era el suplidor de provisiones y quien escribe el que trasladaba la mercancía a  su destino final. El tiempo era limitado, y mi tío cansado, al igual que yo, ni manso ni perezoso, me mandaba al filo de la media noche en un caballo con experiencia y mucha visión a llevar la carga de provisiones para la dama recién casada.
De niño fui miedoso y le temía  a los muertos y a veces hasta… a  los vivos. Las historias del campo sobre apariciones de difuntos me abrumaban y me hacían templar. Pero esas historias eran tan comunes como las hierbas del campo.
El animal en que hacía el recorrido nocturno de Arroyo Frío a Villa Mata, era algo así como un ángel guardián, parece que entendía mis temores y mis vicisitudes, hacía el recorrido sin parar y entrando por cada camino para llegar al lugar de destino..
El recorrido no era corto. Calculo que entre 8 y diez kilómetros, partiendo de la residencia de Gela, o del lugar de la despulpadora, entre las 11 y las doce de la medianoche,  comenzaban el recorrido por un oscuro camino bordeado de lado y lato de cafetos frondosos, guamas, guineos, y otros árboles frutales.
En ese momento respirábamos el caballo y yo. En el trayecto del camino millares de insectos luminosos, que las leyendas  campestres lo tenían como presagio de apariciones de muertos o de fantasmas.
¿Hasta dónde llega la inteligencia animal? Es una pregunta que me la he formulado reiteradamente, especialmente después de vivir la experiencia del caballo que me trasladaba al filo de la media noche.
Saliendo de la hacienda y los cafetales doblaba a la derecha, pasaba por la residencia de la familia García, Milo, Teresa, Cubana, y Cabulla, y el pequeño Coyún.
Yo iba casi siempre,  con los ojos cerrados, y solo lo abría cuando el caballo resoplaba y pensaba que algo anda mal. Pasábamos por Saladillo,  y por Palo Blanco, antes de doblar a la izquierda,  al camino escarpado y pedregoso que nos conduciría a nuestro hogar por el mismo centro de la sección de Villa Mata.
Pero antes  debíamos pasar al río Arroyo Grande, para  emprender el camino empinado que finalmente bordeando el lomo de las colinas  que nos llevaría al destino final. Ese servicio se convirtió en rutinario y tuve que ofrecerlo por una larga temporada.
Siempre llega la compensación. Cuando descargaba las provisiones y dejaba el caballo pastando, me dejaban dormir hasta las seis o la siete, y luego a emprender el viaje de nuevo, porque la faena nos esperan de nuevo,  al caballo, a Roberto y a mí.
Los fines de semanas se reunían los recién casados. Y se volcaban en sus emociones y los gemidos amorosos  se escuchaban claramente con sus respectivos cambios de impresiones, dormía cerca de la alcoba del matrimonio en cierne.@

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