jueves, 20 de julio de 2017

Mis primeros años en la tierra que me vio nacer



Mis primeros años  en la tierra que me vio nacer
Tal y como lo señalé en la narración anterior, donde expliqué el origen de mi nacimiento, quienes fueron mis padres, mis abuelos y abuelas, así como mis hermanos y hermanas,  paso a narrar mis primeros años de existencia, donde mis vivencias no fueron tan halagüeñas o satisfactoria..
Me contaba mi madre Mercedes Generosa, que tuve una niñez un tanto accidentada. Sufrí una enfermedad, que en su época se conocía en la zona rural como “colerín” una diarrea crónica, deshidratación aguda y todas las complicaciones que conducen a la muerte.
Como no existían recursos económicos para comprar la medicina ni visitar a un médico calificado, los brebajes de curanderos y los consejos de los naturalistas del lugar,  eran los que me proveían de algunos medicamentos caseros, todos los esfuerzos colapsaron y todo estaba  preparado para cuando expirara y dejara de existir. Mi madre tuvo la impresión,  al menos en dos ocasiones,  que no superaba la crisis, es decir, que estaba resignada y a la espera de mi muerte..
Dios quiso que no fuera así y  que me quedara en la madre tierra. Y gracias,  a esa voluntad libérrima de Dios,  hoy puedo dar testimonio de mis propias vivencias.
Superada la crisis de  infección intestinal, comencé un largo periplo por la vida. Recuerdo con mucha satisfacción,  cuando me encontraba con mis primas Blanca, Altagracia y Leonardo, jugábamos en el patio de mi querida tía Silvia, hermana de mi padre. Pasábamos largas horas jugueteando por el entorno de la casa de mi abuela Altagracia (Gracia García) que se levantaba en la misma parcela y entorno  donde aún  reside mi tía  Silvia. Nuestra familia paterna ocupa el área desde hace más de 100 años.
Mi padre Antonio ( Toño García) era muy cuidadoso con las andanzas y costumbres de sus hijos, no le gustaba que salieran a molestar al vecindario y mucho menos a quedarse a comer en casa ajena.
En varias ocasiones les reclamaba a mi tía Silvia, que no nos dieras alimentos, porque eso crearía el mal hábito de ser velones en casas ajenas. Ella les ripostaba, usted siempre buscando problemas con la familia,  que debe estar unida. Mi madre reaccionaba de la misma forma, ni siquiera,  a la casa materna de su madre Adela nos dejaba ir, y para hacerlo, tenía que ser junto a ella.
Mi madre, aunque,  no nos lo decía como un mensaje directo, nos lo  dejaba caer  como un meta-mensaje, si consumíamos alimentos en la casa de mi abuela, que vivía con sus padres, lo compensaba,  limpiando, lavando, o limpiando monedas de oro.
Si, así como suena…monedas de oro. En más de una ocasión pude ver a mi madre, limpiando algo así como pequeñas medallas, que ella posteriormente me informó,  que eran onzas de oro de su abuela Mercedes Guerreo de Gutiérrez (mamá Merced) y ese encuentro se producía porque mi abuela Adela,  después de enviudar se fue a vivir a casa de sus padres,  que eran ricos de la época,  con grandes extensiones de terrenos y mucha ganadería, el queso y la mantequilla se procesaban en una larga canoa de madera curada.
 En mi niñez interactué con muchachos del lugar de mi misma edad y condiciones económicas y siendo niño aún,  logré establecer una amistad de toda una vida. Salí de mi lar nativo a los siete años de edad no cumplido, nací en 1937 y emigré a otra región de nuestra Isla en el verano de 1946. Me llevaron a vivir a la Cordillera Norte, a un paraje denominado Arroyo Frío, en la provincia Espaillat.@

Apuntes auto-biográficos de LGP El primer viaje en un préstamo familiar



Apuntes  auto-biográficos de LGP
El primer viaje en un préstamo familiar
3.
Como lo he señalado antes nací en 1937 y emprendí mi primer viaje para una aventura o desventura descomunal. Aterrizando en el tiempo (1946) fui víctima de una mala jugada del destino.
Tengo un tío,  de nombre Roberto Abrahán García, que a pesar de su vejez prolongada,  aún sigue viviendo. Ese pariente  nuestro se apareció una tarde de agosto de 1946 en casa de mis padres, lo recibimos con alborozo, porque entendíamos,  era portador de buenas noticias.
Pasado el momento de los saludos protocolares de los dos hermanos mi madre y mi tío. Fue el encuentro con mi padre y con los vástagos de la familia.
Roberto  creció y estudió en la cercanía urbana de Santiago, en el sector de Marilópez,  se trasladó ya siendo  adulto a un paraje denominado Arroyo Frío, cercano a la carretera que conduce desde la ciudad de Moca,  en la provincia Espaillat, al entorno de Jamao al Norte, colindante con la provincia de Puerto Plata.
Encontrándose ya como residente de la zona, pues vivía allí  su padre Emilio García,  y a sus hermanos  y hermanas como residentes y  propietarios de plantaciones de café, conoció a una familia cosechera por igual del aromático grano y se enamoró de la única hija de la pareja, una joven de nombre Viola, un poco distorsionaba de la vista y  de cuerpo frágil,  tenía los ojos torcidos, aunque a decir verdad,  era hermosa y muy fina.
Transcurrido el momento emocional del encuentro de Roberto, con su hermana Mercedes y su familia, el visitante le informa que vino específicamente a pedirles que me dejaran ir con él en calidad de préstamo, eso sería por un tiempo relativamente corto, y así fue no se extendió más allá de los 12 meses.
Recuerdo parte del diálogo,  porque estaba  presente y atento a  la conversación, mis padres se pusieron de acuerdo…: bien se lo vamos a prestar, pero usted nos lo cuida mucho.
Lo extraño de todo esto fue que mis padres a pesar de mis siete años no me consultaron y como si se tratara de una operación normal y corriente accedieron a la petición. Bordeaba las cinco de la tarde, cuando de repente,  mi madre me preparó la ropita que tenía, la introdujo en una funda de papel, y rápidamente nos estamos dando el beso de despedida, sin reparar ni pensar en el daño que se me estaba haciendo.
Nunca había salido de mi casa, tampoco había viajado a lomo d caballo por la noche, nos despedimos con la bendición protocolar de mis progenitores y   emprendimos el viaje Roberto y yo,  y una chiva que le regaló mi abuela Adela, y que se ahogó en la travesía de la Cordillera Central.
El recorrido totaliza algo más de 50 kilómetros por una vía encachadas con piedras filosas y barrancos profundos, tomando como punto de partida. Canabacoa, Licey al Medio, Canca la Reina, Ceiba de Madera, San Víctor, Arroyo Grande, La Cumbre, El Caimito y finalizando en Arroyo Frío.
Cabalgamos la noche entera. En la mayor parte del trayecto,  Roberto trotó detrás del caballo que me transportaba a mí y a la chiva. Cansado y agotado: en algunas ocasiones se montó en el caballo que mostraba cansancio también, recuerdo, que subiendo la colina de la Cumbre le pregunté qué hora es y me dijo pasada la media noche.
Tempranito llegamos a la casa de Gela, Augusto y Viola,  en Arroyo Frío, más tarde,  comenzaría mi cautiverio  de esclavitud en pleno siglo  XX.
Mis padres inconscientes talvez  del error que habían cometido, dormirían tranquilo el amanecer de un nuevo día. Para mí comenzaba  la faena al poco tiempo de llegar, la orden del día: la basura al zafacón, me enseñaron donde estaban los animales de corral, y como se alimentaban.
Mi tío dijo que había que portarse bien. Y antes de los tres días en  el paraje  de Arroyo Frío, ya estaba transportando víveres para el consumo de la casa, buscando en la pulpería las provisiones necesarias  que hacía falta para la merienda, y rezando por la noche el Santo Rosario.
Mi trabajo incluía también,  llevar un mulo y un caballo  con varias cargas de café  maduro a la despulpadora de la hacienda,  para convertirlos en granos lavado y seco para la venta posterior. El grano se  secaba cuando salía el sol y se envasaba en grandes sacos de fibras  para la venta de fin de cosecha. Mi tío era él despulpador, yo,  su ayudante, le echaba agua a la pulpa del café y de vez en cuando tomaba la palanca de la despulpadora, aunque me quedaba muy alta e incómoda para ayudar a mi tío que lucía agotado.@

El día en que vine al mundo: autobiofráfico



Autobiografía del periodista LGP
 Luis Godofredo Pichardo García
1.
El día en que vine al mundo
Mi madre, Mercedes Generosa Pichardo, me trajo al mundo, el 28 de noviembre de 1937. Sin embargo, mi partida de nacimiento indica que fue en enero 20 del mismo año, nunca le pregunté a mi adorada madre la hora de mi nacimiento, pero se produjo en la comunidad de Canabacoa, distante seis kilómetros del centro de la ciudad de Santiago de los Caballeros en la República Dominicana.
Cuelgo esta foto galaería del Consulado dominicano en Nueva York, de cuando era encargado de prensa de esa delegación diplomática en 1982. Llegué allí designado por decreto presidencial, antes rechacé en el despacho del presidente Salvcador Jorge Blanco, un cargo de embajador plenipotenciario con opción a tres países del Cono Sur, Argentina, Chile y Perú. no quise ir a la misión diplomática porque no quería separame de mi familia. Jorge Blanco me había ofrecido un cargo en Naciones Unidas, pero sus compromisos políticos de campaña lo impidieron y acordamos que yo fuera como attaché de prensa al consulado neoyorquino. Testigo oculares de la orferta como embajador, el periodista Humberto Olivieras, presente en el despacho presidencial, Enmanuel Esquea, Consultor Jurídico, y un alto mando militar al servicio del primer mandatario. En mi autobiografía buscaré ser honesto y exponer los hechos y viviencias tal y como han ocurrido.
Tanto mi padre,  Elpidio Antonio García, como mi madre,  eran personas poco comunicativas, por su condición de  extracción  social, campesinos, sumidos en la pobreza, pero con mucha dignidad y decoro en el cuidado de sus hijos.
Mi madre Mercedes, era analfabeta informal, porque aunque sabía leer y escribir,  pero nunca descolló por el sendero de las letras o la literatura, nunca la vi leyendo, salvo los devocionarios religiosos de catecismo católico, al final de su visa se consagró a la religión evangélica, aunque no sé si entendió el cambio de católica a evangélica a la que le indujo una sobrina.
Mi padre Antonio Elpidio, nunca fue a la escuela, no sabía leer ni escribir, y cuando tenía que firmar algún documento, lo hacía con tres cruces por recomendación del alcalde pedáneo de la sección de Canabacoa, donde creció.
Mis hermanos y hermanas éramos  siete en total: Gregorio Esteban (fallecido) quien escribe, le seguía en el orden de nacimiento. Ramón Mercedes ( fallecido) José Dolores, María Gumersinda y María Adela, ( gemelas) y finalmente Gladys Mercedes, cuatro varones y tres hembras, un poco de confusión al firmar el apellido, pues unos firmamos Pichardo y otros García, la disparidad, que al nacer los primeros,  mis padres no estaban casados y lo hicieron después que los tres primeros habíamos nacido.
Fallecimiento de mis padres. Primero perdimos en nuestra familia a mi padre,  a mediado de la década de los noventa, a los 96 años,  un duro golpe para mi madre de quien fue  su compañero de toda la vida, posteriormente fallece mi madre a la edad de 97 años en el 2012, otra pérdida irreparable para la familia,  y un duro golpe para el entorno familiar, mi madre se convirtió en la matriarca de la familia, y consejera de todo aquel que se les acercara.
Quienes fueron mis abuelos maternos y paternos. Por parte de mi madre, Adela Gutiérrez y  Godofredo Pichardo. Mi abuela era campesina, pero muy leída y con mucha visión de la vida, nunca le pregunté sobre su capacidad educativa, pero en aquella época, a principios del siglo XX nunca se pasaba del bachillerato, o la escuela primaria que llegaba hasta el octavo curso.
Mi abuela era hija de hacendados con muy buena posición económica rural, sus padres tenían grandes extensiones de terrenos ganaderos y agrícolas, tierras muy fértiles, pero carecían de visión,  hacia el desarrollo y se estancaron junto a  sus hijos,  terminaron vendiendo cada uno la porción que les tocaba en herencia.
Por su parte mi abuelo era oriundo de Bella Vista, una comarca colindante con Santiago, donde vivió junto a su familia la mayor parte de su vida, se casó con mi abuela, pero el matrimonio no duró mucho, porque él falleció, poco tiempo después. Mi abuelo era un  hombre instruido según me contaron,  no llegué a conocerlo, pero sí a mi abuela, con la que interactué por mucho tiempo en mi mocedad.
En algún momento de mi vida,  me vi tan protegido de parte de mi abuela, que ni siquiera quería retornar al hogar de mis padres.
Volviendo a mi abuelo  Godofredo, mi tocayo, llevo su nombre completo. Era un intelectual de su época, músico de afición, criador de caballos de carrera y editor periodístico, en 1910,  dirigió un periódico semanario en la ciudad de Santiago, no conocí mucho sobre  su vida, pero mi tía Socorro, que era su hija, al igual que mamá, me contó algunos relatos de su existencia.
Mi abuelos paternos: Altagracia Pérez y Luis García, eran oriundos de Canabacoa, él era músico acordeonista y siempre llevaba su conjunto musical  en el lomo de su caballo, me lo contó mi padre, en sus giras musicales se hacía acompañar de  la tambora, la güira y su acordeón, era él  quien dirigía su conjunto típico y contrataba a los músicos,  en el lugar de las fiestas que amenizaba.
Mi abuela era pastelera, o tortera. Es decir, horneaba unos exquisitos mangares de harina de trigo que les llamaban tortas o coconetes, eran deliciosos.  Llegué a degustar en diversas ocasiones su trabajo artesanal, me gustaba lo que ella llamaba las orillas de las tortas.@