Mis primeros años en la tierra que me vio nacer
Tal y como lo señalé en la narración anterior, donde expliqué el origen de mi nacimiento, quienes fueron mis padres, mis abuelos y abuelas, así como mis hermanos y hermanas, paso a narrar mis primeros años de existencia, donde mis vivencias no fueron tan halagüeñas o satisfactoria..
Me contaba mi madre Mercedes Generosa, que tuve una niñez un tanto accidentada. Sufrí una enfermedad, que en su época se conocía en la zona rural como “colerín” una diarrea crónica, deshidratación aguda y todas las complicaciones que conducen a la muerte.
Como no existían recursos económicos para comprar la medicina ni visitar a un médico calificado, los brebajes de curanderos y los consejos de los naturalistas del lugar, eran los que me proveían de algunos medicamentos caseros, todos los esfuerzos colapsaron y todo estaba preparado para cuando expirara y dejara de existir. Mi madre tuvo la impresión, al menos en dos ocasiones, que no superaba la crisis, es decir, que estaba resignada y a la espera de mi muerte..
Dios quiso que no fuera así y que me quedara en la madre tierra. Y gracias, a esa voluntad libérrima de Dios, hoy puedo dar testimonio de mis propias vivencias.
Superada la crisis de infección intestinal, comencé un largo periplo por la vida. Recuerdo con mucha satisfacción, cuando me encontraba con mis primas Blanca, Altagracia y Leonardo, jugábamos en el patio de mi querida tía Silvia, hermana de mi padre. Pasábamos largas horas jugueteando por el entorno de la casa de mi abuela Altagracia (Gracia García) que se levantaba en la misma parcela y entorno donde aún reside mi tía Silvia. Nuestra familia paterna ocupa el área desde hace más de 100 años.
Mi padre Antonio ( Toño García) era muy cuidadoso con las andanzas y costumbres de sus hijos, no le gustaba que salieran a molestar al vecindario y mucho menos a quedarse a comer en casa ajena.
En varias ocasiones les reclamaba a mi tía Silvia, que no nos dieras alimentos, porque eso crearía el mal hábito de ser velones en casas ajenas. Ella les ripostaba, usted siempre buscando problemas con la familia, que debe estar unida. Mi madre reaccionaba de la misma forma, ni siquiera, a la casa materna de su madre Adela nos dejaba ir, y para hacerlo, tenía que ser junto a ella.
Mi madre, aunque, no nos lo decía como un mensaje directo, nos lo dejaba caer como un meta-mensaje, si consumíamos alimentos en la casa de mi abuela, que vivía con sus padres, lo compensaba, limpiando, lavando, o limpiando monedas de oro.
Si, así como suena…monedas de oro. En más de una ocasión pude ver a mi madre, limpiando algo así como pequeñas medallas, que ella posteriormente me informó, que eran onzas de oro de su abuela Mercedes Guerreo de Gutiérrez (mamá Merced) y ese encuentro se producía porque mi abuela Adela, después de enviudar se fue a vivir a casa de sus padres, que eran ricos de la época, con grandes extensiones de terrenos y mucha ganadería, el queso y la mantequilla se procesaban en una larga canoa de madera curada.
En mi niñez interactué con muchachos del lugar de mi misma edad y condiciones económicas y siendo niño aún, logré establecer una amistad de toda una vida. Salí de mi lar nativo a los siete años de edad no cumplido, nací en 1937 y emigré a otra región de nuestra Isla en el verano de 1946. Me llevaron a vivir a la Cordillera Norte, a un paraje denominado Arroyo Frío, en la provincia Espaillat.@
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